
Sorprendente pero la tenía ante mis ojos, era una rana con dos largas trenzas que colgaban a ambos lados de su cabeza, eran hermosas y en la punta un lazo precioso de color verde como no, haciendo juego con su brillante piel pringosa.
Aquella bruja tenía razón cuando me dijo: _ El día en que las ranas críen pelo, y tú seas testigo, ese día, pensarás que has perdido el juicio por completo, pero inmediatamente sabrás en tu interior que no se trata de eso.
Aquella bruja tenía razón cuando me dijo: _ El día en que las ranas críen pelo, y tú seas testigo, ese día, pensarás que has perdido el juicio por completo, pero inmediatamente sabrás en tu interior que no se trata de eso.
Texto e imagen: Carmine de El laberinto del Ompligo