
Después de un largo viaje montado en su corcel blanco, el príncipe azul encuentra a la bella durmiente, durmiendo. Sin dudar, posa sus labios en los de ella quién, en ese mismo instante, se convierte en sapo. El sorprendido joven, una y otra vez, besa al sapo con asco intentando retomar el argumento de la fábula. El sapo permanece impávido. Ofuscado, lo destripa de un pisotón, sube a su caballo y emprende viaje hacia otro cuento más amigable.
Eduardo Mancilla
Letra chica